sábado, octubre 21, 2006

¿Qué busco?

Busco alguien a quien hacer reir cuando lo necesite; busco unos ojos verdes cansados que se iluminan cuando provocas esa risa. Busco a alguien que necesite, y que a la vez me necesite a mi. Busco un apoyo, alguien a quien poder permanecer abrazado durante toda una noche.Busco despertar una mañana abrazado a esa persona.Un beso perfecto. Una carita agobiada que me haga gracia despues de un dia de trabajo, una caricia, un guiño, un gesto de complicidad, confianza absoluta.Busco a alguien a quien cuidar y que me cuide, alguien que me encuentre. Busco a alguien a quien vacilar, con quien pasarlo bien simplemente hablando, me haga gracia al hablar, alguien que me impida hacer lo que tengo que hacer, o que por lo menos me obligue a retrasarme. Busco una seguridad incierta, busco disfrutar cada momento, cada mirada cruzada. Busco a alguien que otras personas no entiendan que busque, que no destaque, y que para mi sea lo mas destacado.
No quiero poder explicar lo que siento, por qué es esa persona la que busco, y qué me lleva a tener la certeza de que lo és.

Eso es lo que busco, y lo he encontrado. Tarde, como siempre, y lejos. Pero lo he encontrado. Espero algun dia llegar a tiempo, que salga bien y que puedan cumplirse estos deseos, tan simples y complicados...

Me fio de los deseos pedidos con una pestaña caida, nunca me han fallado!

viernes, octubre 06, 2006

¿A dónde vamos? (Unai Martinez Corral)

Somos el futuro, o eso nos hacen creer, pero ¡qué futuro! Parémonos por un
momento, sentémonos a redescubrir eso que llamamos juventud, ese número indefinido de
generaciones que llega al 92, empezando desde antes del 80.
No gusta, incomoda, asusta o, simplemente, carece de interés ver lo que se nos
viene encima. Una masa sin voz ni voto, sin opinión, sin ilusiones. Un rebaño cegado por la
niebla que se mueve a tientas, movido por los ladridos del perro.
Es triste ver cómo no leen, ni escuchan. Cómo es valorado saberse de memoria la
alineación de todos los equipos de primera división, andar al tanto de los últimos cotilleos del
corazón o conocerse todas las tiendas de la Gran Vía por encima de saber escribir sin faltas
ortográficas y haciendo uso de la retórica o metáforas, por encima de ser capaz de reír o
llorar por una canción, por encima de pasar horas leyendo por el simple placer de llenar la
mente de ideas, nuevos conceptos, conocimiento. Se ha perdido la ilusión por aprender, por
descubrir y reinventar el presente. Es difícil encontrar un joven hoy en día con ilusiones, que
mire más allá del fin de semana siguiente o del próximo verano.
Aprender, y no estudiar. De poco o nada sirve pasar horas y horas estudiando por
algo tan trivial como sacar un punto más en el examen si olvidamos todo al día siguiente.
Hay mil cosas con las que llenar la mente, enriquecerla, alimentarla; al fin y al cabo,
utilizarla. Para algo se nos ha dado, no para utilizarla de contenedor y verter ahí toda la
basura de la sociedad, cosas superficiales, de trascendencia e importancia nulas.
Da pena salir un sábado y ver el concepto de diversión que han adoptado. Quedar
cada vez más pronto, cargados de drogas, legales o no, a “desfasar”. ¿Desfasar? ¿Qué es
eso? Consumir sin control hasta llegar a tal punto de sinvergonzonería y pasotismo, de
agresividad e irresponsabilidad como para ir chillando, gritando; rompiendo farolas, coches,
contenedores, plazas; dejando basura a su paso, cuanta más mejor; y, con algo de suerte,
acabando en el hospital, para tener algo de lo que presumir el lunes siguiente, si lo
recuerdan. Lamentable que llamen fiesta a eso y tengan el valor suficiente como para decir
que lo han pasado bien, que la diversión pase por molestar y acosar a todo su alrededor, a
toda la ciudad, desde ciudadanos hasta mobiliario. Triste, realmente triste, que la hombría
sea equivalente al número de tragos que uno pueda consumir, mejor a mayor graduación.
No deja de ser curioso lo minúsculo de su círculo, de su existencia, donde el futuro
tiene un año en el mejor de los casos y el dinero un valor que no sobrepasa la importancia
de poder consumir un “cubata” el sábado. No somos los primeros en crecer con el
consumismo pegado a la nuca, pero si uno de sus mayores exponentes. Una bicicleta, la
mejor; una cámara, la más cara; un coche, el más rápido; un ordenador, el más potente; lo
necesitemos o no. ¿Dónde ha quedado aquello de saciar nuestras necesidades? ¿Por qué
comprar lo mejor, lo más caro o lo más rápido si nos sobra y nos basta con la gama más
baja?
¿Quién tiene la culpa? Nadie, por desgracia, y todo el mundo al mismo tiempo.
La televisión por promover programas basura y no cultura. Cultura no son los
documentales de La2 sólo, esos que todo el mundo ve en las encuestas y que tienen una
audiencia irrisoria. Cultura es ver deportes más allá del fútbol, cultura es promover la
música, todos los tipos de música, y la literatura, el cine, y los debates de todo tipo. Cultura
es un “Barrio Sésamo” para la vida. Pero… ¿eso no hay ya? Haberlo lo hay, como las
meigas, pero de ahí a verlas hay un trecho. Es vergonzoso que se emitan todos en horarios
tan cómodos como para que quienes estudiamos o trabajamos fuera de casa no podamos
verlos.
La sociedad por “americanizarnos” cada vez más, por promover el egoísmo y la
competitividad por encima, por intentar convencernos de que todos somos iguales, cuando
no eres nadie sin tu cartera. ¿Dónde han quedado aquellos valores que promovía la
Revolución Francesa? Sí, la de la segunda evaluación del año pasado. Esa en la que el
pueblo se alzaba por libertad, igualdad y fraternidad. A mí me explicaron que fue un gran
avance, una revolución. No me lo creo, no puedo hacerlo si salgo a la calle y veo qué hay.
La educación. La paterna por relegar, a menudo, sus quehaceres en la televisión, los
videojuegos o el colegio; por no ver, o no querer, qué hacen sus hijos. Y la escolar, por no
promover el conocimiento y la actitud crítica, ser críticos con nosotros mismo, antes de
nada, y ser críticos con toda la sociedad, con el mundo, después. Por ser un sistema
perfecto de creación de autómatas. Leer, estudiar, escribir, olvidar. Leer, estudiar, escribir,
olvidar. Leer…
No puedo evitar acordarme de las grabaciones que Aldous Huxley aventuró en “Un
mundo feliz”. No estaba tan equivocado, al fin y al cabo todos somos niños dormidos que
escuchamos el mismo mensaje una y otra vez. En casa, en el colegio, en el trabajo, en la
televisión…
Pero no hay que tirar la toalla. Hay jóvenes que todavía merecen la pena, jóvenes
que se salen de los cánones, esas minorías marginadas por tener una opinión diferente.
Esos son los que deben coger la toalla y azotar a diestro y siniestro hasta sacar a todos de
la cueva en la que viven, por muy inclinada que sea la salida, por embarrada y resbaladiza
que esté. Esos son los encargados de abrir las ventanas y dejarles ver el sol.
Es paradójico que, aún hoy, Platón sea referente en nuestra sociedad, que sus
teorías sigan siendo válidas siglos después, intactas.


Respira Neo, sólo es aire.